Mientras en México se gesta un episodio de divisionismo con las
marchas ciudadanas de este domingo 12, que preconizan la supuesta
“unidad” nacional o el declarado apoyo al presidente Enrique Peña Nieto,
la mayor parte de Latinoamérica no acierta a darle su respaldo al
gobierno de México ante los agravios del presidente de los Estados
Unidos, Donald Trump. Este es el saldo negativo de la tibia reacción de
las autoridades mexicanas.
BOGOTÁ/MÉXICO (Proceso).- El empeño del gobierno mexicano en
privilegiar un “diálogo constructivo” con la Casa Blanca y soslayar las
agresiones del presidente Donald Trump ha desalentado la solidaridad de
América Latina hacia México y dificulta concertar una postura regional
más firme ante las políticas antiinmigrantes del mandatario
estadunidense.
Pero en los hechos, ni la orden ejecutiva de Trump de construir un
muro en la frontera con México ni sus planes de deportar masivamente a
inmigrantes indocumentados merecieron, por ejemplo, ni una mención en la
declaración política que emitió la V Cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada en la República
Dominicana el 25 de enero, poco después de que el presidente de Estados
Unidos firmara el decreto para levantar la muralla.
Fuentes diplomáticas sudamericanas consultadas por este semanario
dijeron que “hasta ahora, México no ha sido partidario de tener una
postura más consistente y robusta” frente a Estados Unidos, lo que
“detiene iniciativas” de diferentes gobiernos de la región.
“En la cumbre de la Celac pudimos haber ido más allá, ser más
categóricos, pero fuimos hasta donde México consideró. Los presidentes
(Rafael) Correa (de Ecuador) y Evo Morales (de Bolivia) pidieron una
declaración más fuerte en defensa de los inmigrantes, pero no hubo
avances. México pidió cautela”, señaló una fuente consultada, que pidió
el anonimato.
Incluso, añadió, durante ese cónclave –en el cual México estuvo
representado por la subsecretaria de Relaciones Exteriores para América
Latina y el Caribe, Socorro Flores Liera– Correa dijo que “en un momento
como éste, Latinoamérica debía ser más contundente en la defensa de
valores humanitarios y de sus inmigrantes”.
Consultada por este semanario, la subsecretaria Flores Liera aseguró
que el gobierno mexicano “no realiza ningún tipo de gestión encaminada a
detener pronunciamientos de países o foros de la región sobre la
posición de la nueva administración de los Estados Unidos frente al muro
u otras políticas migratorias”.
Tampoco “ha aconsejado a ningún gobierno sobre la forma de pronunciarse en el tema”, agregó en una comunicación por escrito.
Flores Liera señaló que México aprecia las muestras de solidaridad
recibidas de los distintos países latinoamericanos, las cuales
evidencian “que esta región defiende sus valores y principios comunes”.
Cautela excesiva
Para el expresidente colombiano Ernesto Samper, quien hasta el pasado
31 de enero fue secretario general de la Unión de Naciones
Suramericanas (Unasur), “la posición excesivamente cautelosa de México,
de esperar un poquito más, de alguna manera ha enfriado la decisión de
algunos países de tener una postura latinoamericana más firme” frente a
Trump.
En entrevista con Proceso, Samper considera que la “tibieza” del
gobierno mexicano ante la hostilidad del presidente de Estados Unidos
“tiene inhibidas las posiciones latinoamericanas que buscan más
contundencia”.
El exsecretario general de la Unasur, foro que congrega a 12 naciones
sudamericanas, dice que, “sin juzgar si es la actitud correcta o no del
gobierno mexicano frente a la defensa de los intereses del país, a
nosotros lo que nos ha demostrado la relación con Estados Unidos a lo
largo de muchos años es que, si uno no muestra los dientes, lo muerden”.
–¿Le parece débil la posición que ha asumido México?
–Me parece excesivamente cautelosa. Si uno adopta una posición débil
en la mesa de negociaciones, los Estados Unidos se lo comen vivo, porque
en eso son expertos.
–¿Si México hubiera pugnado por una posición más firme de Latinoamérica, la región lo habría apoyado?
–Sí, eso es verdad. México tiene que dejarse ayudar. Nadie dice que
hay que quemar banderas de Estados Unidos, pero tiene que dejarse
ayudar. Y Latinoamérica debe mostrar una solidaridad muy activa, muy
persuasiva, muy vertical para rodear a México en la defensa de sus
intereses. Si esto no ocurre, podemos terminar en el peor de los mundos.
–Además de los titubeos del gobierno mexicano, los gobiernos
latinoamericanos, con algunas excepciones, no han mostrado demasiada
voluntad para solidarizarse con México…
–Para mí ha sido lamentable la posición, en general, de los países de
América Latina. Algo muy diferente ocurre en la sociedad civil
latinoamericana, que ha sido muy solidaria con México.
–¿Hay temor de los gobiernos de molestar a Trump?
–Lamentablemente eso puede ser así. Los latinoamericanos habíamos
sido excesivamente complacientes en acompañar a Estados Unidos en todos
los temas que tenían que ver con su agenda internacional. Y ahora
estamos como en la época del apaciguamiento de (Neville) Chamberlain
(primer ministro del Reino Unido entre 1937 y 1940), quien en los años
previos a la Segunda Guerra Mundial esperaba que Hitler corrigiera su
conducta mientras el nazismo se iba comiendo a Europa.
–En una analogía, ¿Chamberlain sería Latinoamérica y Trump, Hitler?
–Lo que quiero decir es que éste es el momento en que debería estar
más fuerte la voluntad integradora de la región. Pero es cuando, por
distintas dificultades, como la crisis económica y las diferencias
ideológicas, los países están más separados. La posición no ha sido
suficientemente enfática, ha sido dubitativa, inclusive con unos apoyos
como vergonzantes, cuando la gravedad de las agresiones que ha hecho
Trump a México lo convierten en un riesgo hemisférico.
–¿En un riesgo incluso militar?
–Yo diría que la primera amenaza que plantea el nuevo gobierno de
Estados Unidos es militar. La segunda es social. La región debe hacer un
esfuerzo para evitar que los 120 millones de latinoamericanos que
sacamos de la pobreza durante la última década regresen a ella por
cuenta de una agudización de la crisis económica por el efecto Trump.
–Cuando habla de amenaza militar, ¿a qué se refiere?
–A bases militares encubiertas, a operaciones de controles
ciudadanos, a flujos de información en las bases ya existentes y a
envíos de tropas a nuestros países sin notificación previa y sin
mecanismos de seguridad conjunta acordados… cualquier cosa puede suceder
con Trump.
Según Guadalupe González González, especialista en América Latina,
catedrática del Colegio de México e integrante del Consejo Mexicano de
Asuntos Internacionales, el gobierno mexicano tomó la “decisión muy
deliberada” de separar las negociaciones con la administración de Trump y
la relación con América Latina, para no “contaminar” el diálogo con
Estados Unidos.
Esta decisión explicaría la sorpresiva cancelación de la asistencia
de Enrique Peña Nieto en la Celac, anunciada la tarde del 24 de enero;
pocas horas antes, el gobierno mexicano había confirmado, vía Twitter,
la presencia del mandatario en la cumbre.
En entrevista con Proceso, González sostiene que al asistir al
evento, Peña Nieto hubiera tenido que asumir una postura de
“confrontación directa” con Estados Unidos, cuando aún no definía
ninguna posición al respecto.
La cautela que mantiene el gabinete de Peña Nieto respecto a Trump no
es exclusiva de México, asevera. “Ha sido la norma en el sistema
internacional frente a Trump; los gobiernos evitan ponerse en la mira”
del presidente estadunidense, señala.
“En los próximos meses sí va a ser un error mantener esta política de
máxima cautela”, opina la académica. Añade que en estos “tiempos
inéditos”, el gobierno mexicano necesita mantener un nivel de diálogo
fuerte con las cancillerías latinoamericanas para construir una
“propuesta regional” y encontrar “espacios de convergencia”, en temas
como el migratorio o la política de combate al tráfico de droga.
Sin embargo, según la académica, México se enfrenta a un problema:
debido a su política de integración al bloque norteamericano, iniciada
en los noventa, el país “no tiene un proyecto claro hacia América
Latina”, lo cual explica que el gobierno “no está haciendo una labor de
cabildeo en la región”.
Región en crisis
La llegada de Trump a la Casa Blanca sorprendió a Latinoamérica en
una recesión económica que ha hecho caer el Producto Interno Bruto (PIB)
de la región 1.6% entre 2015 y 2016.
La caída del PIB en Brasil fue de 7.5% en el bienio. Y en Venezuela el desplome acumula 18.8% entre 2014 y 2016.
Con la remoción de Dilma Rousseff en Brasil el año pasado y con la
derrota electoral del peronismo en Argentina en 2015, la izquierda
latinoamericana perdió fuerza y los países perdieron sintonía. Los
proyectos integracionistas desarrollados en el Mercado Común del Sur
(Mercosur), la Unasur y la Celac se debilitaron.
Peña Nieto y el presidente brasileño, Michel Temer –las economías de
México y Brasil aportan dos tercios del PIB latinoamericano–, son los
más impopulares de la región, con apoyos ciudadanos que oscilan entre 10
y 12%.
Los mandatarios de Colombia, Juan Manuel Santos; de Chile, Michelle
Bachelet, y de Venezuela, Nicolás Maduro, tienen niveles de
desaprobación de entre 60% y 77% en sus países.
De acuerdo con Samper, Latinoamérica pasa por un momento “muy
difícil” en el que se conjugan una crisis de representatividad, una
recesión económica y una confrontación ideológica entre los gobiernos
“de izquierda” y “de derecha”.
“Así nos toma la llegada de Trump. Y esto también hace que le
saquemos el cuerpo a los pronunciamientos colectivos y a la defensa de
principios que eran base en la integración, como la solidaridad”,
señala.
Dice que los países de la Alianza del Pacífico (Colombia, Chile,
México y Perú) están “desconcertados” tras la decisión de Trump de
retirarse de las negociaciones del Acuerdo Transpacífico. Quedaron,
dice, “colgados de la brocha”.
Otras naciones hacen cuentas alegres en la nueva situación. Hace unos
días, por ejemplo, se reunieron los ministros de Producción de
Argentina, Francisco Cabrera, y de Industria y Comercio Exterior de
Brasil, Marcos Pereira, y coincidieron en que el proteccionismo
comercial que impulsa Trump puede favorecer a sus países.
“Podemos utilizar las medidas proteccionistas del gobierno de Estados
Unidos como una oportunidad. Es como hacer del limón una limonada”,
dijo Pereira.
En el mismo sentido Cabrera sostuvo que si la política de Trump es
revisar los acuerdos comerciales como el que tiene Estados Unidos con
México o como el que se frustró con los países del sudeste asiático,
Argentina y Brasil pueden aprovechar, desde el Mercosur, esos mercados.
“Esa –dice Samper– no es una posición consistente, porque de un lado
sienten la amenaza de Trump, pero de otro lado dicen que es una
oportunidad. Frente a calamidades como ésta, ningún país latinoamericano
tiene ‘oportunidades’. El muro que Trump quiere poner en la frontera
mexicana no es para dividir a Estados Unidos de México, sino para
dividir a Estados Unidos de América Latina”.
Las barbas del vecino
La amenaza de Trump de deportar a millones de inmigrantes no sólo
afectará a México, sino a varios países latinoamericanos. No únicamente
por el impacto que una expulsión masiva tendría en el empleo, sino por
la previsible caída en las remesas.
Para Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Honduras las remesas desde
Estados Unidos representan entre 9.7% y 17.4% del PIB. En Costa Rica,
Colombia, Ecuador, Panamá y México ese porcentaje se ubica entre 1.6% y
2.4%.
El canciller ecuatoriano, Guillaume Long, llegó el jueves 9 a Estados
Unidos para poner en marcha un plan de contingencia consular destinado a
ampliar la protección de sus compatriotas radicados en ese país.
Chile, Colombia y Perú, que tienen modelos económicos basados en el
comercio exterior y la inversión extranjera, se verán necesariamente
afectados por el proteccionismo que impulsa la Casa Blanca.
Y toda la región se vería contaminada si las políticas económicas de
Trump, que desconciertan a los propios mercados financieros, conducen a
Estados Unidos a una desaceleración o a una caída del PIB.
Del proceso de normalización de relaciones con Cuba que emprendió el
presidente Barack Obama desde diciembre de 2014, haciendo uso de
facultades ejecutivas, Trump ha dicho que lo revertirá si el gobierno de
la isla no garantiza las “libertades políticas y religiosas” de la
gente.
El régimen chavista en Venezuela también tiene razones para estar en
alerta por la llegada del millonario neoyorquino a la Casa Blanca. Ese
país vive una severa crisis económica, política y social, y el diálogo
entre el gobierno y la oposición está roto.
El nuevo secretario de Estado estadunidense, Rex Tillerson, ha
señalado que su país buscará “una transición negociada a un gobierno
democrático” en Venezuela.
En contraste con su estilo confrontacional, el presidente venezolano
Nicolás Maduro ha guardado silencio frente a los exabruptos de Trump e
incluso afirmó el mes pasado que “peor que Obama no será”.
En Colombia, la principal preocupación es que el nuevo gobierno
estadunidense retire el apoyo que dio Obama al acuerdo de paz con la
guerrilla de las FARC, firmado el pasado 24 de noviembre y que ya está
en etapa de implementación.
Tillerson adelantó el mes pasado a una comisión del Senado que
buscará “revisar los detalles del reciente acuerdo de paz” con las FARC y
entonces determinará “hasta qué punto Estados Unidos debería seguir
apoyándolo”.
De acuerdo con Samper, es “bastante claro” que no es sólo México el país latinoamericano que está amenazado por Trump.
“Es toda la región. Por eso, nosotros no podemos aceptar que ataquen a
México. Mañana atacarán a Colombia o a Perú o a Brasil. Me parece muy
grave lo que está sucediendo, pero más grave es que no haya habido una
reacción proporcional por parte de los gobiernos de América Latina”,
dice el expresidente colombiano.
–¿Y cuál puede ser la mejor respuesta de Latinoamérica en este momento?
–Creo que es hora de hablar de una Cumbre de la Dignidad. Necesitamos
una Cumbre de la Dignidad para que en nuestros países se pueda sentir que no somos tolerantes al maltrato, a las órdenes, a la disciplina para perros, sino que aquí tenemos una idea más alta de la política.
una Cumbre de la Dignidad para que en nuestros países se pueda sentir que no somos tolerantes al maltrato, a las órdenes, a la disciplina para perros, sino que aquí tenemos una idea más alta de la política.